Conviene mirar para atrás y recapitular, entroncar aquel problema en el presente de aún mayores amenazas. En ese análisis no debiera pasar desapercibido un socialismo en el poder que intenta, hasta donde puede, resolver el problema de forma dialogada y una dirección de los populares sensiblemente más civilizada. Nuestro convulso presente pudiera demandar el sacrificio de cuitas domésticas para que las grandes causas puedan prosperar. En la hora de los grandes desafÃos globales, lo local tiende necesariamente a achicarse. La creación de nuevas fronteras sale cada vez más del ámbito de nuestros anhelos. El auge y ferocidad que manifiestan los autoritarismos planetarios han modificado nuestro mapa de prioridades. La jerarquización de los desafÃos será por lo tanto inexcusable. No deberÃa pasar inadvertido lo prioritario y cada vez más urgente que torna la defensa de la vida. Ésta se halla en su conjunto amenazada sobre el planeta como nunca hasta el presente, a causa del cambio climático. Conviene por lo tanto calibrar la dimensión que hoy cobra aquel triste episodio que tanto nos fragmentó, tras todo lo acontecido a nivel global, tras el respeto que impone, no sólo la autocracia rusa, sino también una gran potencia como China que, sigue ocultando su intención de construir un orden internacional autoritario. Una histórica solidaridad en su dÃa obligaba, pero al dÃa de hoy desconocemos hasta qué punto la Catalunya pacÃfica, no violenta y valiente, apaleada aquel triste otoño, tiene voluntad de erguirse y asir las riendas del futuro más allá del victimismo. Puigdemont debiera volver a casa, sacar de algún escondido bolsillo las llaves de su hogar, pero el “ex-president†y los suyos deberÃan dejar de alimentar el fuego de la radical confrontación. Fueron dos Catalunyas y ambas se deben hoy mutuo respeto. Ambas tienen el deber de reencontrarse, por más que la de las cinco puntas superara en su dÃa algo a la que reúne senyera y rojigualda. Después del drama, de la prisión y el exilio, después de la recapitulación de lo que cada una de las partes no hizo debidamente, es imprescindible coser esas dos Catalunyas, no aumentar el “rotoâ€. La España de progreso que bien podrÃa simbolizar el Partido Socialista no estaba interesada en la represión de aquel referéndum popular. El apoyo a Rajoy en aquel tan errado trance le vino más bien obligado. La España de progreso instalada en la esfera polÃtica y judicial ha sacado a los presos polÃticos a la calle, pero el lenguaje independentista no se ha modulado. La ferocidad del ataque a una democracia, a una nación pacÃfica como la ucraniana, ha obligado a reamueblar nuestras cabezas y los problemas domésticos han cobrado una dimensión más limitada. ¿Hasta dónde no llegarÃa el déspota que dirige Rusia, si en vez de encontrarse con una Europa fuerte y hasta el dÃa de hoy unida, tuviera al otro lado de sus fronteras un continente más fragmentado? El tiempo contribuye a relativizar los problemas, por más que lo que de verdad ha empequeñecido, por lo menos ante nuestra mirada, la causa catalana han sido las crueles bombas de Putin. Nada tiene que ver con ello el supuesto flirteo difÃcilmente comprobable con sus emisarios. Ante el feroz, repentino e insospechado golpe a nivel global de las fuerzas más cavernarias y reaccionarias, hemos constatado la importancia de las grandes democracias consolidadas, de los Estados nacionales fuertes. Esta fortaleza en el caso europeo no debiera implicar de ninguna forma merma, más al contrario consolidación de amplias autonomÃas allà donde, como en Catalunya, son más que debidas. |
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